viernes, 28 de marzo de 2014

EL BUSTO DEL EMPERADOR, UNA PEQUEÑA GRAN OBRA



“En la antigua Galitzia oriental, en la actual Polonia, muy lejos de la única línea de ferrocarril que une Przemsyl y Brody, se encuentra el pueblecito de Lopatyny, acerca del cual, en las páginas que siguen, voy a contar una curiosa historia”.

Así da comienzo mi nuevo descubrimiento literario. Seguramente, para más de uno, no será tal porque conocerán al autor. Personalmente me topé con él en una pequeña librería. Un relato de 58 páginas editado por Acantilado, y que ya va por la Quinta Edición. Le debemos muchas cosas a esta editorial que desde hace tiempo se dedica a recuperar clásicos como Chesterton, Simenon, Zweig o ahora más recientemente, a Lovecraft, del cual ha reeditado con nuevas traducciones: El Caso de Charles Dexter Ward y En las Montañas de la Locura respectivamente, obras que comentaremos en este Blog más adelante.

Tiempo atrás este fue un sitio donde se podía encontrar información acerca de Cine, Series y también sobre libros. Pero en los últimos tiempos he abierto una nueva plataforma dedicada por entero al Cine llamada “LocosdelCine”. Debido a esto, he decidido transformar el que era mi primer Blog y dedicarlo en exclusiva a los Libros, ya que siempre se agradece una buena recomendación literaria de cara al fin de semana. Y hoy, como día especial de apertura del mismo, me apetecía recomendar esta pequeña pero enorme joya literaria
El Busto del Emperador es una de las grandes obras de Joseph Roth, un autor polaco que ha dedicado su carrera literaria a escribir fundamentalmente sobre dos temas: la caída de la monarquía de los Habsburgo y sus consecuencias psicológicas, y también sobre la marcha de los judíos hacia Occidente. El relato del que aquí hablamos es una muestra del primer tema mencionado. El protagonista es el conde Franz Xaver Morstin, natural del pueblo de Lopatyny. ¿Cómo es el Conde Morstin? Mejor citamos una vez más el texto para comprenderlo:

“Y no daba su brazo a torcer, y apelaba a todas las instancias hasta sacar adelante su deseo, es decir, el de sus protegidos. Por eso lo quería y veneraba el pueblo”.

Al mismo tiempo que nos encontramos con el que parece ser un hombre justo entre la nobleza, alguien que se preocupa verdaderamente por el pueblo y no mira sus propios intereses como un ególatra de los que encontramos numerosas muestras en la actualidad, Joseph Roth nos hace al mismo tiempo una curiosa reflexión:

“Porque el pueblo no tiene verdadera noción de los motivos que llevan a un hombre poderoso a ayudar a los pequeños y a los débiles (…) Pues creer que el poderoso es justo y noble es el deseo más profundo y noble del pueblo”

¿Alguno se siente identificado con estas palabras? ¿Son los poderosos Justos y Nobles? Ahí dejo las preguntas y que cada uno encuentre la respuesta más conveniente. Este relato, además de contener esa reflexión acerca del poder y del gobierno, trae consigo otra de profundo calado acerca del patriotismo, y es donde encontramos esas consecuencias psicológicas mencionadas al comienzo sobre la caída de la monarquía Habsburgo. Pues el Conde Morstin es fiel a su Emperador Francisco José. El estallido de la Gran Guerra cambia absolutamente el mundo que conoce. A su regreso del conflicto cree que va a reencontrarse con su Hogar pero enseguida, de nuevo, se encierra en sí mismo y en curiosas reflexiones:

“ Entonces ahora que este pueblo ya no pertenece a Austria sino a Polonia, ¿sigue siendo mi patria? ¿Qué es la patria en realidad? ¿Acaso el uniforme de los gendarmes y guardas de aduanas que hemos conocido en la infancia no es nuestra patria en la misma medida que el pino y el abeto, el pantano y la pradera, la nube y el arroyo? “

¿Qué ocurre si cambia todo esto? ¿Seguirá siendo la patria? Como él mismo dice: “Ahora soy un apátrida que ha perdido la verdadera patria de los eternos caminantes”. El Conde, viejo, machacado por las heridas de guerra, decide regresar a su patria, a Lopatyny, donde se reúne con el único hombre cabal que conoce, el propietario de una taberna llamado Salomón Piniowsky, el único con el que puede hablar y sincerarse. Ahora ya no se habla de pueblo, sino de Nación. Es el comienzo de los sentimientos Nacionalistas que tan nefastas consecuencias traerían para el Mundo en años venideros. El Conde ante esto, nos dice:

“Uno de los grandes errores de los nuevos, o como les gusta llamarse, modernos hombres de estado, es creer que el pueblo se interesa tanto por la política mundial como ellos mismos”.


Y es que el pueblo no vive de esto, sino de la tierra que labra, de los bienes con los que comercia. Es un relato corto, pero al mismo tiempo una gran historia, donde la sencillez y la claridad enmarcan un relato de profundo calado actual, a pesar de estar escrito en 1935. Lo que leemos en estas páginas puede perfectamente aplicarse a nuestro mundo actual y nos enseña ante todo que no debemos olvidar de dónde venimos para no volver a cometer los mismos errores pasados. Esto es literatura de la que enriquece el alma.